Se perpetúan los estereotipos de género sobre los consumos de drogas
13 junio, 2019 | Noticias | Fuente original: https://www.fad.es
Para ellos cualquier imagen de consumo puede resultar favorecedora, e incluso reforzar su identidad de género en torno a cierta concepción de la masculinidad. Sin embargo, en las chicas el consumo implica un deterioro de lo que se espera de una mujer.
Como riesgos percibidos del consumo de drogas ellos temen meterse en peleas o tener un accidente, ellas temen sobre todo una agresión sexual.
La investigación analiza cómo se relacionan con las drogas los y las jóvenes españolas de 16 a 24 años en función de su género. También se analiza cómo afrontan y perciben los padres y madres de adolescentes la prevención y gestión de los problemas de drogas en función del género de sus hijos e hijas.
La investigación ha sido realizada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad en colaboración con el Plan Nacional sobre Drogas.
Los estereotipos de género siguen influyendo de forma determinante en el consumo de drogas -en la percepción de las sustancias, en cómo consumir, en los riegos que se temen, etc- que realizan los y las jóvenes españolas de 16 a 24 años.
El discurso mayoritario de la población juvenil nos dice que consideran el consumo de drogas como un ámbito que no corresponde a las mujeres porque es “típicamente masculino”. Por eso, cuando ellas consumen se exponen a un juicio social -tanto entre la población juvenil como para padres y madres- mucho más severo que afecta al conjunto de su identidad, como “mujer descontrolada”, “poco femenina” o que “busca lo que no debe”. Sin embargo, un chico en las mismas condiciones es considerado molesto o pesado, pero situado en su rol, y tan solo en ese momento.
Ellas se enfrentan en definitiva a una muy superior culpabilización y responsabilización de su consumo, a una sanción global de su comportamiento de la que son plenamente conscientes.
También son diferentes los riesgos que perciben del consumo. Mientras ellos temen meterse en peleas o tener un accidente, ellas temen por encima de todo una agresión sexual.
Estas son algunas de las principales conclusiones de la investigación “Distintas miradas y actitudes, distintos riesgos. Ellas y ellos frente a los consumos de drogas” realizada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad gracias a la financiación de la delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.
La investigación ha sido presentada hoy por la delegada del gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Azucena Martí: la directora general Fad, Beatriz Martín Padura; y Anna Sanmartín, subdirectora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad, el centro de investigación sociológica de Fad creado gracias al apoyo de Banco Santander y Telefónica (www.adolescenciayjuventud.org ).
“Distintas miradas y actitudes, distintos riesgos. Ellas y ellos frente a los consumos de drogas” es una investigación cualitativa, realizada a través de diferentes grupos de discusión de jóvenes, que analiza cómo se relacionan con las drogas los y las jóvenes españolas de 15 a 24 años en función de su género: cómo los estereotipos de género influyen en los consumos de drogas; cómo les afecta la presión de grupo a ellos y a ellas; cómo afecta a su imagen excederse en el consumo; lo que temen de las drogas unos y otras; etc.
También se analiza cómo afrontan los padres y madres de adolescentes la prevención y gestión de los problemas derivados de los consumos de drogas en función del género de sus hijos e hijas.
DISTINTAS MIRADAS, DISTINTOS CONSUMOS, DISTINTOS RIESGOS
Según la investigación, los y las jóvenes comparten la visión de las drogas como un componente instrumental en contextos festivos, que, además, ayuda a la desinhibición. Unos u otras asumen que el consumo de drogas es una parte indisoluble de un cierto tipo de ocio (el ocio de las salidas nocturnas de fin de semana donde las drogas están incorporadas, normalizadas y son parte constitutiva). Las consideran una parte del atrezzo festivo, como cualquier otro elemento del decorado (ropa, música, locales…) y contribuyen a la consecución o amplificación del principal objetivo: la diversión. Consideran en cierta manera legítimo su uso siempre que se realice en estos entornos festivos.
Chicos y chicas afirman que les ayudan a desinhibirse, desfasar, a facilitar las relaciones interpersonales y, muy fundamentalmente, facilitan los encuentros y las relaciones sexuales.
Sin embargo, para ellos se trataría más de facilitar la exposición ante los y las demás y para ellas poder aparentar una imagen de integración y de igualación respecto a ellos. Lo que trasciende al conjunto de los discursos, de chicos y chicas, de padres y madres, es que las mujeres jóvenes consumen por imitación de los comportamientos de sus pares masculinos.
Para ellos cualquier imagen de consumo puede resultar favorecedora, e incluso reforzar su identidad sexual/de género en torno a cierta concepción de la masculinidad. Sin embargo, en las chicas el consumo implica un deterioro de lo que se espera de una mujer.
Estas posiciones de partida suponen un menor cuestionamiento o necesidad de justificación de los consumos juveniles festivos masculinos, mientras que se carga a los consumos femeninos de una doble penalización: la del consumo en sí mismo y la de haber consumido siendo mujer. Esto produce una gran diferencia también entre chicos y chicas a la hora de asumir, frente a los progenitores, la responsabilidad de los consumos: las chicas se sienten mucho más preocupadas por lo que piensan sus padres y mucho más culpables si consumen.
Chicos y chicas sancionan socialmente que ellas consuman tanto como ellos porque, según afirman, deben ser conscientes de que son más vulnerables y necesitan mayor protección que los varones. Tanto es así, que incluso los riesgos percibidos del consumo son muy diferentes para unos y para otras: los hombres jóvenes temen verse inmersos en peleas o sufrir robos en el caso de no controlar, las mujeres jóvenes tienen miedo a peligros de tipo sexual, expresamente la violación o cualquier tipo de abuso o agresión.
Cuando se les pregunta sobre la influencia grupal lo que se apunta inicialmente, sobre todo desde la visión de los varones, es que los chicos son más independientes en los consumos y que las chicas siguen más el referente grupal. Es decir, consideran que a ellas les afecta más la presión de grupo.
CARGA DE ESTEREOTIPOS DESDE LA FAMILIA
Aunque padres y madres, en general, se reconocen preocupados por los ambientes que frecuentan sus hijas e hijos y por la posibilidad de que consuman sustancias (sobre todo ilegales), atribuyen expectativas y establecen estrategias preventivas diferentes con unos y otras. Principalmente, la desconfianza que ambos progenitores tienen en relación a las hijas deriva de lo que les pueden hacer otras personas, mientras que en relación a los hijos preocupan más las consecuencias visibles y agenciales (que se metan en líos, que tengan un accidente…).
Los padres (los hombres, fundamentalmente) se muestran mucho más protectores con ellas, mientras que son bastante más permisivos con los chicos. En familias con hijos de ambos géneros, las hermanas suelen tener menos libertad que los hermanos, en términos de horarios, posibilidad de salir, control, necesidad de ir acompañadas, etc. Buena parte de las chicas (especialmente las más jóvenes) asumen esa posición de debilidad y entienden la sobreprotección paterna/materna.
Paradójicamente, las madres justifican una mayor tendencia a la sobreprotección de sus hijas argumentando en relación a esa teórica mayor debilidad femenina, mientras que su rol como madres, capaces de hacer cualquier cosa por sus hijos e hijas, poco tiene que ver con la debilidad. Esto tiene que ver con la asociación de la vulnerabilidad a la fuerza física, no tanto a la fortaleza de carácter o a la personalidad, que suele presumirse mayor entre las chicas jóvenes.
Los padres, por su parte, tienen que lidiar con su rol de autoridad y a la vez ser fuertes y despreocupados, mientras establecen límites mucho más claros con ellas que con ellos. Al menos desde los argumentos, les afecta menos las posibles consecuencias del consumo sobre sus hijos que sobre sus hijas a pesar de que, en el imaginario colectivo, la expectativa de consumo de sustancias sea superior entre los chicos que entre las chicas.
CONSUMO DE DROGAS POR SEXO
Según datos de la Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España 2016/2017, realizada a escolares de 14 a 18 años, en todas las sustancias legales y más normalizadas (tabaco, alcohol e hipnosedantes) las chicas consumen más que los chicos. Sin embargo, en sustancias ilegales con mayor percepción de riesgo, el consumo femenino es menor.
Prevalencia de consumo de drogas en los últimos 12 meses entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14-18 años, según sexo (%). España, 2016.
Fuente: OEDA. Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES), PNsD
En el consumo de hipnosedantes (con o sin receta) es donde hay una mayor diferencia entre el porcentajes de chicos y chicas que consumen: 14,4% de mujeres en el último año frente al 8,8% de hombres. Las diferencias aumentan con la edad. En el sentido inverso, el cannabis sigue siendo la sustancia donde los chicos consumen porcentualmente más que las chicas: en el último año 28,1% de chicos frente a 24,4% de chicas.
Que las adolescentes consuman porcentualmente más drogas legales que los adolescentes no es un fenómeno nuevo ni significa que se hayan disparado los consumos femeninos de estas sustancias recientemente. Desde 1994 (año de la primera encuesta ESTUDES) las chicas siempre han consumido más este tipo de drogas que los chicos. Los chicos consumen más drogas ilegales y las diferencias en los porcentajes de población consumidora por sexo permanecen más o menos estables desde los años 90, salvo pequeñas fluctuaciones puntuales y una leve tendencia a acortar distancias en cannabis.
Sólo en el caso del alcohol y los hipnosedantes (con o sin receta), la brecha entre el consumo femenino y masculino joven parece haberse agrandado en los últimos años algo más.
La edad de inicio al consumo de drogas de chicos y chicas es prácticamente igual para todas las sustancias. Sólo en el consumo de heroína y de hipnosedantes existe algo más de distancia. En ambos casos, ellos empiezan antes a consumir.
Existe un mayor porcentaje de borracheras en las chicas que en los chicos. Esta diferencia es especialmente relevante a los 14 años, edad en la que el indicador resulta casi 3 puntos superior entre ellas. Así, entre estudiantes de 14 años el 9,2% de las chicas admite haberse emborrachado en los últimos 30 días, mientras que la cifra entre los chicos de su misma edad es del 6,5%.
El 31,7% de los escolares ha consumido alcohol en forma de atracón (binge drinking) en los últimos 30 días (32,2% en 2014). Este patrón de consumo aumenta con la edad y lo practica un porcentaje superior de chicas que de chicos a los 14 y 15 años.
En cuanto al tabaco, consumen un mayor porcentaje de chicas pero menor cantidad. Ellos fuman una media de 6,1 cigarrillos al día y ellas 5,5 cigarrillos.
El porcentaje de escolares que afirma fumar cannabis casi todos los días (20 o más en un mes) es el doble entre chicos (2,7%) que entre chicas (1,3%). Un 62% de chicas afirma