El síndrome de la puerta equivocada
Al síndrome de la puerta equivocada Lola Callealta, presidenta de la Asociación de Familiares de Enfermos Duales (AFEDU), le llama también con ironía la “terapia de ping-pong”, porque los pacientes duales pasan de salud mental a drogodependencia y viceversa sin recibir un tratamiento global que dé respuesta de forma conjunta a todos sus trastornos. “El tratamiento de la salud mental está fragmentado. Lo que por regla general consideramos trastornos mentales se atiende por un lado, mientras que las adicciones se tratan por otro, a un nivel más local, en centros que trabajan muy bien, pero que no cuentan con la figura esencial del psiquiatra”, denuncia Callealta.
Sabe de lo que habla. Por experiencia propia y como presidenta de AFEDU ha visto cómo muchos pacientes y sus familiares (se resisten a dar nombres porque temen el estigma que acompaña a la patología dual) se topaban una y otra vez con esa barrera de la puerta equivocada. “He acompañado a muchas madres de la asociación y he visto en persona como desde psiquiatría derivaban a sus hijos a los centros de tratamiento ambulatorios hasta que dejasen de consumir. Y sí, al estar un tiempo sin consumir, salen mejorados; pero al no haber un tratamiento psiquiátrico detrás estos chicos y chicas recaen con facilidad. Es la pescadilla que se muerde la cola. Hay verdaderas tragedias en las familias. Y especialmente en las prisiones, que están llenas de personas con patología dual abandonadas, sin tratamiento y sin psiquiatras”, denuncia.
Las palabras de Lola Callealta las secunda el doctor Carlos Roncero, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Salamanca y presidente de la Sociedad Española de Patología Dual, que reivindica un tratamiento integrado de todos los trastornos mentales de los pacientes: “El tratamiento en paralelo [cuando hay dos personas o dos equipos tratando a un mismo paciente] es un modelo complejo y que en muchas ocasiones conduce al fracaso por las dificultades en la coordinación. Y peores resultados tiene todavía el intentar abordar primero la adicción y luego el trastorno mental o viceversa, porque al final los pacientes siempre están con una pata coja: están bien de un aspecto, pero recaen o se descompensan del otro”, argumenta.
Adicciones, un vacío en la Estrategia de Salud Mental
En España, la atención psiquiátrica no fue incluida entre las coberturas del Sistema Nacional de Salud hasta la aprobación en abril de 1986 de la Ley General de Sanidad. “Hasta entonces la psiquiatría estaba marginada y en manos de las diputaciones provinciales y las entidades locales”, recuerda el doctor Néstor Szerman, que señala que aquella ley, sin embargo, dejó fuera del Sistema Nacional de Salud (SNS) a las personas cuya manifestación clínica más relevante son las adicciones, cuya atención acabó en “redes paralelas y marginales respecto al SNS que dependen de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas”.
“Las adicciones siempre han sido la rama pobre o menos valorada de la psiquiatría”, añade el doctor Carlos Roncero, que considera que esta concepción tiene sus razones históricas, ya que en algunos periodos la “psiquiatría oficial” rechazó las adicciones, sobre todo a sustancias ilegales como la heroína o la cocaína. “Se consideraba que las adicciones eran cuestión de malos ambientes sociales, de malas compañías o de la presencia de drogas en las calles. Afortunadamente, debido a que los tiempos están cambiando, a las acciones de sociedades científicas como la nuestra y a una mayor sensibilidad de profesionales y familias está apareciendo una nueva mirada sobre las adicciones que se acompañan de otros trastornos mentales y sobre la necesidad de hacer un buen abordaje desde el punto de vista psiquiátrico”, afirma.
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